
En la década de 1910 Europa vivía en un clima de tensión generado por la rivalidad de los imperios reinantes. Un gran conflicto estaba por desatarse, convirtiéndose en una Guerra de gran de magnitud, que arrasó con los Juegos Olímpicos y la vida de muchos deportistas. Pero la Guerra terminó y se trasladó al deporte, sin muertes pero con mucha violencia.
Sin Berlín por la Guerra
Berlín se estaba preparando para recibir a los Juegos de la VI Olimpíadas luego de ser aceptada su candidatura durante los Juegos Olímpicos de 1912.
En el oeste de la ciudad alemana, sobre una pista de carreras de caballos y ni bien le dieron la organización de los Juegos Olímpicos, los germanos comenzaron a construir un impresionante estadio, diseñado por Otto March. El julio de 1913 el Deutschlandstadion ya estaba terminado con una capacidad para 32.000 espectadores.
Las potencias imperialistas que dominaban literalmente el mundo, vivían en tensión en aquel entonces generada por la rivalidad que había entre éstas.
Gavrilo Princip, el joven terrorista bosnio, jamás supuso que sus disparos pudieran desatar un conflicto de tal magnitud que derivaría en una guerra, al menos no una tan grande. Gavrilo terminó con la vida del archiduque Francisco Fernando, el heredero del trono del Imperio Austrohúngaro, y también con la de su esposa. Fueron dos disparos los que hizo Princip, uno dio en el abdomen de Sofía, la esposa del archiduque. El otro dio en cuello de Francisco Fernando. Los tiros fueron las dos gotas de agua que rebalsaron la tensión imperial: corría el mes de julio de 1914 y Austria-Hungría le declaró la guerra a Bosnia y comenzaron alianzas de un lado y del otro, que terminó en una guerra denominada en aquellos tiempos como La Guerra de las Guerras. Berlín se quedaba sin Juegos Olímpicos
El conflicto dejó más 8 millones de muertos, 6 millones de inválidos, pobreza, hambruna y enfermedad. Muchos muertos fueron deportistas que dos años antes competían en los Juegos Olímpicos, el evento creado por Barón Pierre de Coubertín para unir a los pueblos del mundo en paz y armonía con el deporte. Otros fueron culpables de esas muertes.
Harold Walden se había destacado por convertir 9 goles (algunos historiadores aseguran que 11) para el seleccionado de Gran Bretaña, colaborando así para que su equipo se quedara con la medalla dorada en los Juegos del ’12. Este futbolista, como muchos jugadores de aquel entonces, se desempeñaba como militar, en este caso, en la infantería británica. Walden luchó en el campo de batalla, siendo un Capitán británico con experiencia en manejo de armas y lucha cuerpo a cuerpo.
Amberes se quedó con la organización
Una vez finalizado el conflicto en 1918, el Comité Olímpico designó a Amberes como sede de los Juegos de la VII Olimpíada. Los Juegos de 1920 se destacaron por ser los primeros que se vio la bandera con los 5 anillos (aquella que aúna a los continentes por los aros) y porque los deportistas podían participar solamente a través de los Comités Olímpicos nacionales.
A pesar de haber finalizado la Gran Guerra dos años antes, la tensión aún se sentía en toda Europa y los Juegos Olímpicos no fueron una excepción. La rivalidad era transmitida por los medios y se hacía sentir en las tribunas de Amberes, con la reprobación del público hacia los deportistas rivales. Encima los juegos fueron muy extensos, durando en total casi 5 meses. Al final de los Juegos se disputó el Torneo de Fútbol organizado por la FIFA junto al COI. El mismo comenzó con irregularidades ya que Suiza había renunciado alegando problemas económicos y Estados Unidos hizo lo propio tras denunciar a Gran Bretaña ante la FIFA y que el ente regente los desestimara.
Los británicos tenían problemas con la FIFA porque habían pedido la suspensión de Alemania, Austria y Hungría (los enemigos de la Gran Guerra) y en 1919 renunciaron todas las asociaciones de la isla e Irlanda porque el pedido fue rechazado. Pero presentaron un equipo para participar en el Torneo Olímpico y los norteamericanos (apoyados por Bélgica y Francia) se negaban a admitirlo, puesto que ya no pertenecían a la FIFA. También fue desestimado el pedido estadounidense.
El Torneo comenzó con 14 equipos y los candidatos a quedarse con el oro eran los británicos, que ya habían obtenido el oro en 1908 y 1912. Pero los belgas, más nacionalistas que nunca, afirmaban que ellos se quedarían con el oro. El combinado de las islas quedó eliminado sorpresivamente por Noruega en el primer partido y el camino para los locales quedaba allanado.
Eran semifinalistas y debían enfrentar al vecino “Naranja”, mientras que en la otra llave Francia se medía ante Checoslovaquia, estado que había nacido dos años antes de las cenizas de la Guerra, pero siendo Bohemia antes de la misma. Los Bohemios solían dar lecciones de fútbol por toda Europa.
Los franceses habían sido humillados en 1908, presentando dos equipos que fueron eliminados por terribles goleadas (0-9 y 1-17, ambos ante Dinamarca) y se habían preparado con seriedad para estos Juegos. Conseguir el oro futbolístico se transformaba para algunos en una cuestión nacional.
Durante los Juegos Militares de 1919, el checo Antonín Janda había lesionado seriamente al arquero francés, Pierre Chayrigues, alejándolo de las canchas por dos años. Si bien no había deseos de revancha por parte de los franceses, querían ganar el juego. Pero la superioridad checa fue grande y se plasmó sobre el campo de juego, finalizando el encuentro 4 a 1 a favor de Checoslovaquia.
Los franceses volvieron a sentirse humillados y abandonaron la competición, dejándole a Holanda la medalla de Bronce sin jugar el partido.
Los holandeses perdieron 3 a 0 con los locales, en un partido que se definió en la segunda etapa y fue dirigido por el árbitro inglés John Lewis, generando alguna que otra polémica.
Lewis tenía experiencia dirigiendo y había sido en su juventud jugador de fútbol. Conocía bien el deporte y había dirigido en los Juegos de Londres de 1908, pero tenía una pequeña inferioridad física en 1920 como para estar a la altura de estos partidos.
La final inconclusa
Pese a un impedimento natural, Lewis fue designado para dirigir la final del Torneo Olímpico de 1920, que enfrentaba a Bélgica y Checoslovaquia. Los checos miraban de reojo al hombre vestido de negro y en cierto punto desconfiaban. Los medios belgas destacaban que John Lewis había dirigido sin problemas la semifinal que ellos jugaron contra Holanda, pese a que la experiencia que tenía en la canchas, también la tenía en su vida, porque el árbitro inglés había nacido en 1848 y en sus espaldas cargaba con 72 años, lo que le daba al Lewis una cierta lentitud e imprecisión en sus arbitrajes.
El 2 de septiembre las tribunas del Olympisch Stadion estaban colmadas y afuera, millares de almas sin tickets pugnaban por conseguir un hueco para ver el partido. El fanatismo nacionalista transmitía una tensión terrible al campo de juego cuando comenzó a disputarse la final, pero los checoslovacos se mantenían en calma, una calma que se rompió a los 6 minutos de juego. El arquero Rudolf Klapka detuvo un balón, pero fue derribado por un atacante belga y por el golpe tuvo que soltar la pelota. El arquero estaba vencido y el balón se dirigía a traspasar la línea de gol, cuando un defensor checo la sacó con la mano. Lewis no dudó un segundo y marcó el punto de penal pese a la protesta de los checoslovacos. Coppée transformó el penal en gol y comenzó una batalla con choques malintencionados de parte de los jugadores de ambos equipos, siendo alentados los locales por las tribunas para incrementar su violencia, y con el árbitro cobrando sólo a favor de los Diablos Rojos. Además los jugadores belgas “cargaban” a sus rivales dribbleando el balón y trasladándolo luego hasta su propia meta, para que el arquero la retuviera un buen tiempo dejando pasar los minutos. Cuando se pusieron a jugar, los belgas consiguieron el segundo gol por intermedio de Larnoe, quien definió en el minuto 30 ante un arquero visiblemente alterado. Los gritos de guerra que caían desde las tribunas se transformaban en festejos, hasta que en el minuto 39 Robert Coppée fue a disputar un balón en el ataque y fue duramente derribado por el defensor Karel Steiner. Coppée aprovechó para teatralizar la caída y el septuagenario árbitro expulsó al defensor, influenciado por el griterío que caía de las gradas. Las protestas checoslovacas fueron en vano y el capitán del equipo, Karel Pesek, decidió acompañar al expulsado a los vestuarios. Los siguieron los otros 9 jugadores, mientras el público belga invadía el campo para festejar con sus jugadores, ocasionando un desorden que fue imposible de contener por las fuerzas militares. Los “invasores” se dedicaron a insultar a los jugadores checoslovacos y a derribar el mástil con la bandera de Checoslovaquia. Lewis se perdió ante la multitud y los belgas fueron declarados campeones olímpicos, a la vez que los checoslovacos reclamaban la medalla de plata, pero fueron expulsados del Torneo por retirarse del campo de juego. Anecdóticamente los españoles se quedaron con la medalla de plata, tras ganar el Torneo de Consolación y de vencer en un partido a Holanda.
Los europeos no sabían que a la que denominaban Gran Guerra, cambiaría de nombre años después a Primera Guerra Mundial, porque desconocían también que estaban en un período denominado de entre guerras, y que su fanatismo nacionalista derivaría en otra gran guerra.
Los belgas sólo querían festejar el oro olímpico de fútbol, título que muchos estaban dispuestos a conseguir costara lo que costara y que le mostraba al mundo que eran los reyes del fútbol.
SINTESIS DEL PARTIDO FINAL DE AMBERES 1920
BELGICA 2
Jan de Bie, Armand Swartenbroeks, Oscar Verbeeck, Joseph Musch, Emile Hanse, André Fierens, Louis Van Hage, Henri Larnoe, Mathieu Bragard, Robert Coppée, Désiré Bastin. DT: William Maxwell (Escocia)
CHECOSLOVAQUIA 0
Rudolf Klapka, Antonín Hojer, Karel Steiner, František Kolenatý, Pešek Karel Káďa, Emil Seifert, Josef Sedláček, Antonín Janda, Pilat, Jan Vanik, Škvajn Otakar Mazal. DT: Josef Fanta
02-09-1920 Olympischstadion, Amberes, Bélgica
Público: 35000
GOLES: 6’ Robert Coppée -penal- (BEL), 30’ Henri Larnoe (BEL).
Expulsados: 39’ Karel Steiner (TCH)
Incidencias: Checoslovaquia abandonó el partido a los 40’ por protesta contra el arbitraje y fue descalificada, dejando una vacante por la medalla de Plata.
Arbitro: John Lewis (Inglaterra). Público: 35000